jueves, 10 de junio de 2010

Breve introducción a la cultura

¿Qué es la cultura? Podría decirse que a pesar de los esfuerzos por establecer una síntesis definitiva, la definición de la cultura tiende a extenderse tanto como: "la cultura es todo".¿Cómo delimitar “todo”? Sería una contradicción de base intentar recortar lo que por definición no tiene un volumen aprehensible. Sin embargo, si ajustamos la observación a una ideología, genealogía o tipo de razonamiento dado,  ese “todo” por el que entendemos la cultura, comenzaría a ser menos aleatorio y más efectivo en cuanto a su ordenamiento político, histórico y ético. Asimismo su funcionamiento discursivo, producción, regularización o mutación de su sentido será constatada a través de las relaciones humanas o sociales. El que nos dirijamos en este sentido, al terreno de lo antropológico, revela que nuestro referente será siempre el ser humano, y por tanto, los estudios de la cultura se rehúsan a la camisa de fuerza de una metodología fija, al contrario, se abren a todos los sistemas, siempre y cuando sean conscientes de la construcción de sus objetos específicos, de la sociología y el psicoanálisis hasta la postmodernidad y posteriores divertimentos teóricos.

Los estudios de la cultura se constituyen, entonces, en un proceso en constante construcción, tal como los fenómenos y las prácticas que suscitan su interés, se observa directamente en sus relaciones, prácticas y variaciones respecto a su campo de trabajo. Así, la cultura, en algunos casos, vendrá a ser más una causalidad o una consecuencia en perpetua aparición, nunca absoluta o inmóvil. Desde este punto de vista, la cultura (o las culturas) se interpretan de acuerdo a la manera como son recibidas en una red de relaciones de legitimación y regularidad. Sin embargo, los elementos que conforman su noción, no siempre fueron los mismos y  mucho menos su marco de reflexión:


El término tan pronto puede referirse a un panteón de grandes obras «legítimas» como adquirir un sentido más antropológico, para englobar las formas de vivir, sentir y pensar propias de un grupo social (Cuche, 1996). La Gioconda y la sociabilidad que se apodera de los asistentes a un partido de fútbol servirían para ilustrar esos dos polos. La idea de una cultura «legítima» también implica una segunda oposición, esta vez entre las obras consagradas y aquellas que pertenecen a la denominada «cultura de masas», producida por las «industrias culturales». Proust frente a Mary Higgins Clark, Shostakovich frente a las canciones de Michael Jackson. (Mattelart y Neveu, 2004: 13).

Este modo de análisis es producto de la legitimación progresiva de unos objetos de estudio que tradicionalmente no formaban parte de las reflexiones académicas, antítesis de la llamada "cultura alta". Gracias a la particularidad del momento histórico, aparecieron en el contexto británico y norteamericano nuevas ideas en torno a la cultura, fue posible la inclusión de elementos pertenecientes a los no menos complejos conceptos de cultura popular o cultura de masas. La nueva definición de la cultura, o un intento por sistematizar su utilidad se rastrea habitualmente desde  los estudios de Matthew Arnold y F.R. Leavis, quienes comienzan a introducir la problemática social como aplicación efectiva del concepto. Sin embargo, aunque poco a poco se iba despejando su matiz clasista, seguíría siendo valorativa plagada de resabios del "gusto". Arnold, por su parte, estableció la clásica idea de cultura como “sweetness and light”: “Culture must be above class if we are ‘to make the best that has been thought and known in the world of current everywhere’ (Walton, 2008: 20). Sostiene Walton que Scrutiny, la revista editada por Leavis en el primer cuarto del siglo XX, ayudó a proponer debates sobre la cultura de masas y conversar acerca de los daños que la llamada “alta” cultura ejercía en manos del capitalismo industrial (Idem: 30).  (Es evidente que para este artículo simplificamos una compleja investigación que tardó varias décadas en ser asimilada). 


La creación del Center for Contemporary Studies en Birmingham, y su paulatina entrada al contexto de la academia dio pie a una producción indetenible de análisis de la historia material, revisiones del marxismo y una activa representación de la cultura desde cuestionadores e incisivos puntos de vista para su momento, y que tampoco serían avalados inmediatamente:


La puesta en marcha del CCCS se hará lentamente. Expresado por Hoggart en una conferencia de 1964, el proyecto del centro es claro. Reivindica explícitamente el legado de Leavis. Quiere utilizar métodos y herramientas de la crítica textual y literaria mediante el desplazamiento de la aplicación de las obras clásicas y legítimas hacia los productos de la cultura de masas, hacia el universo de las prácticas culturales populares. Aunque, pese a estar asociado a una universidad, el centro quedará marcado desde sus comienzos por la marginalidad institucional en que vivió la generación de los padres fundadores. (Mattelart y Neveu, 2004: 48).


Entendemos como “padres fundadores” a Richard Hoggart, Raymond Williams,  E. P. Thomson y Stuart Hall, quienes se ocuparon de replantear la cultura tomando en cuenta el poder que ejercen los discursos sobre los grupos sociales, su formación y su funcionamiento dentro de un sistema. Cuestionaban la tradicional y dominadora visión clasista en Inglaterra para revisar, con esto,  espacios generadores de símbolos y visiones de mundo que también formaban parte de la compleja red social que, en determinado momento, habían servido como contrapeso de la ideología imperante. Williams, a partir de concepciones derivadas del marxismo defendía “la práctica de comprender la cultura como una serie de expresiones concretas de la cohesión de las comunidades orgánicas, y la resistencia a las diversas formas de determinismo” (Sardar y Van Loon, 2005: 29).  Aunque Williams estudie una evolución de la cultura con respecto a las condiciones históricas como algo que tiende una forma “perfecta”, “un estilo de vida completo, material, intelectual y espiritual” también se referirá una “’cultura humana general’ en algunas sociedades en las que la cultura es moldeada por los sistemas local y temporal” (Idem). De la misma manera, Thompson apunta la importancia de la experiencia, que podemos llamar prácticas discursivas concretadas de acuerdo a una posibilidad de existencia.


La cultura ha de entenderse tanto por medio de las experiencias y las aportaciones de los ganadores como por las de los perdedores. No podemos imponer juicios con los que ‘sólo se recuerde a los que tuvieron éxito’, mientras ‘se olvidan los callejones sin salida, las causas perdidas y a los perdedores mismos.  (Idem: 31).


Pero será el llamado cuarto padre fundador, Stuart Hall, el que nos legará, a nuestro entender, la etapa más interesante del CCCS, en cuanto a la idea de producción. También es preciso señalar que estos cambios en el volumen se han relacionado con los ministros de turno, de modo que en el período de Margaret Thatcher (1979-1990) la producción disminuyó con respecto a los períodos de gobiernos laboristas. Stuart Hall dejará la flexibilidad interdisciplinaria con la que será posible el análisis de la cultura, pero sobre todo, su aplicabilidad a la historia contemporánea y el presente. Sardar afirma que Hall “siempre ha insistido en que los estudios culturales pueden tener un impacto práctico en la realidad (…) reta a los intelectuales y les pregunta: ‘¿qué efecto real producen ustedes en el mundo?’” (Sardar y Van Loon, 2005: 38). Finalmente, los estudios culturales estarán sujetos siempre a una visión política y deberán acercar y cuestionar la cultura desde nuevos e incisivos puntos de vista. Evidentemente esto nos presenta una conclusión de alguna u otra manera ligada a la sociología, pues Hall había tomado como punto de partida la reflexión acerca de la teoría y el análisis de un “marxismo estructural sin garantías”, aunque nunca hubiera tomado en cuenta la lucha de clases como un instrumento para explicarlo todo (Idem: 37). Será finalmente la cultura, el motor de movimiento de las sociedades y la productora de símbolos y dispositivos cohesionadores: “La sociedad se mueve por conflictos basados en el sexo, la raza, la religión y las regiones, además de la clase. La cultura configura la percepción que la gente tiene de su identidad tanto como la economía” (Idem).


Así, los estudios culturales continuarán en la búsqueda de circuitos y esquemas de aplicabilidad, donde funcionan, como hemos mencionado, tanto procesos normativos de enfrentamiento y dominación discursiva como procesos de mutación, reorganización, recodificación y reproducción:

…it is also possible (and useful) to think of this process in terms of a structure produced and sustained through the articulation of linked but distinctive moments - production, circulation, distribution/consumption, reproduction. This would be to think of the process as a ‘complex structure in dominance’, sustained through the articulation of connected practices, each of which, however, retains its distinctiveness and has its own specific modality, its own forms and conditions of existence. This second approach, homologous to that which forms the skeleton of commodity production offered in Marx’s Grundrisse and in Capital, has the added advantage of bringing out more sharply how a continuous circuit - production-distribution-production - can be sustained through a ‘passage of forms’.’ It also highlights the specificity of the forms in which the product of the process ‘appears’ in each moment, and thus what distinguishes discursive ‘production’ from other types of production in our society and in modern media systems. (Hall, 1973: 128).


Armand Mattelart, en una breve síntesis biográfica de Hall, hace referencia al esfuerzo que este autor dedicó en función de abrir el conocimiento a un análisis humanista y científico a la vez, y que tuviese un impacto político y social. Afirma que en textos los textos de Hall no siempre es sencillo separar que criterios corresponden a una u otra vertiente. Esto evidencia la funcionalidad que terminó desarrollándose en la cultura como campo crítico interdisciplinar, donde se fusionan criterios tan aparentemente dispares que van de la sociología a la deconstrucción (Mattelart, 2004: 51).



Referencias:

Hall, Stuart (1973), “Encoding/decoding”, en Hall et al. (1980): 128-138.

 
Hall, Stuart; Hobson, Dorothy; Lowe, Andrew; Willis, Paul (eds.) (1980), Culture, media, language, Londres: Hutchinson.

Martín Cabello, Antonio (2006), La Escuela de Birmingham. El Centre for Contemporary Cultural Studies y el origen de los estudios culturales. Madrid: Universidad Rey Juan Carlos.


Mattelart, Armand y Neveu, Érik (2004), Introducción a los estudios culturales, Barcelona, Paidós.


Sardar, Ziuddin y Van Loon, Boris (2005), Estudios culturales para todos. Barcelona: Paidós.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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