Choi Yoon-Hee, popularmente llamada "la sacerdotisa de la felicidad", se suicidó este jueves 7 de octubre en la habitación de un motel de Seúl junto a su esposo. Razones realmente importantes debieron llevar a una mujer de 63 años a tomar la decisión de ahorcarse, aún habiendo escrito 20 libros sobre la felicidad.
En una carta divulgada por la policía, la escritora asegura que algo iba
mal en su cuerpo en los últimos dos años. «Tuve un momento muy difícil
porque sufro de pulmón y de corazón», escribió, añadiendo una disculpa a
su familia y amigos. Ir a noticia original
Desde siempre he pensado que algo va realmente mal en el género de la autoayuda. Independientemente de las poses que ciertos seres humanos tomemos al respecto de este tipo de libros (comportamiento quizás aprendido o imitado a partir de otros ridículos seres humanos), el género de los libros de autoayuda pretende introducirse en la propia psique de sus lectores y convencerlos de ciertos ritos, mantras, prácticas o conductas que supuestamente lo llevarán a mejorar o superar traumas y problemas. Sigue siendo bastante defectuoso el hecho de creer en un libro que se vende como la guía de una secta disfrazada de "nueva era" o psicología simplona.
En el fondo, los libros de autoayuda hacen más daño del que sus propios autores estarían dispuestos a admitir. Yo mismo trabajé para una empresa que editaba este tipo de libros, la actitud comercial es absolutamente avasallante y desfachatada, sin embargo, se intenta convencer a los lectores de que cada uno de los libros contiene una verdad universal que, sospechosamente, nadie ha descubierto aún, sólo la infinidad de casos que el autor refiere en el libro (comenzando por el caso del propio autor, desde luego), como una mezcla de biblia herética con alegría evangelista popularizada por un profeta salido de la nada pero con mil PHDs super confiables. Asistí, cómo no, a varias charlas de estos grandiosos y sabios hombres que nadie conoce fuera del mercado, y pude sentir miedo en carne propia cuando uno de ellos, archiconocido que no mencionaré si nadie lo requiere, dijo las siguientes palabras:
"¡Cuánto daño hemos hecho con estos libros! ¡cuántas señoras hemos sumido en la oscuridad espantosa de tristes vidas desiertas! Hemos sacado provecho de ello, de su dolor. [En este momento tiró al suelo sus libros anteriores con vehemencia, muchos de los cuales llevaban en las manos sus espectadores esperando el final de la conferencia para pedir autógrafos] Pero ahora, tanto ustedes como yo, estamos dispuestos a cambiar el mundo, a crear una verdadera [TÍTULO DE LIBRO], mi nuevo libro"
Este hombre aceptaba que sus libros podían servir como papel higiénico lo mismo que para enseñar "grandes cosas". Luego supe a través de fuentes dentro de la misma empresa, que algunos de sus libros anteriores los había escrito estando en una relación larga de muchos años con su antiguo novio y ahora habían terminado. Así que la cosa empeoraba, no sólo admitió que lo que escribía era basura sino que arriesgó el futuro de todo el género con sus palabras simplemente para exorcizar su despecho individual. Un gran exponente del género, sin duda.
Se suicida Choi Yoon-Hee, autora de autoayuda. Podemos, no obstante, otorgar el beneficio de la duda a Yoon-Hee y pensar que no se parecían, pero no dejo de pensar que, al igual que en el caso del referido gurú de la autoayuda, estos libros están escritos por seres muy deprimidos y nada estables psicológicamente. Los que intenté leer mientras pasaba por la depresión de trabajar para esa oscuridad sistemática sólo solidificaron en mí aquella depresión. En ese momento supe que algo andaba mal; cuando leía que la autora o autor habían estado al borde de la muerte y ahora traían esta buena nueva, nada me aseguraba que en cualquier momento pudieran acabar con su vida. Hoy lo puedo afirmar con toda seguridad. En el fondo, aunque la noticia sea igual de triste que paradójica, no quisiera ser para nada sensacionalista (como podría serlo en otras ocasiones), pero la pobre Yoon-Hee, que pregonaba la felicidad, tuvo razones para suicidarse y, seguramente, se debían a la depresión, a la sombra de esa gran felicidad inexistente que soñaba en sus lectores ideales, productos de la propia ficción depresiva.